viernes, 30 de mayo de 2008

Tampico

No puedo creer que esta crisis me abarrote de nuevo. Tantas veces he iniciado algo y las mismas veces lo he dejado a medias que ya me es casi imposible creer en mí, en lo que puedo hacer; y es que llega un momento en el que creo que todo ha sido escrito ya, en el que pienso que nada tengo ya que contar, ¿quién podrá interesarse en la vana vida de una persona como yo?
He pasado por tantas y tantas cosas que al final concluyo que todo el mundo las ha vivido, todas las personas han vivido una situación difícil en el hogar, todo el mundo ha estado entre la decisión de qué hacer con su fatigosa vida, de qué manera llevar el rumbo de sus sueños al éxito, a la realización de sus ambiciones.
Desde muy chica he querido viajar, y ahora que lo he hecho hay tantas cosas que me parecen esplendorosas, y de momento tan difíciles de explicar con mi limitado léxico, como diría Daniel, no encontraría jamás el adminículo gramático para explicar por ejemplo la rica sensación de bienestar que me produce el mar, cómo el oír con los ojos cerrados el ir y venir de los rugidos de este demonio me hace estremecer.

La primera vez que visité el mar, que realmente estuve dentro de él fue en las playas de Tampico, Miramar creo que se llama la playa. Cuando me dijeron que íbamos no me lo podía creer, pero toda mi emoción la guarde para mi, como queriendo recordarla siempre, como deseando no olvidarme de los primeros pasos que di sobre la arena y los sentimientos que me embargaban entonces. Bajé de la camioneta con las sandalias en la mano derecha, una toalla colgando del hombro izquierdo, llevaba en la cara unas gafas para el sol, mi cabeza iba gacha, observando cómo dejaba las huellas en la arena que pisaba, viendo como los dedos de mis pies iban dejando su perfecto delineado en el talco caliente. Me sorprendí al notar cómo, muy a pesar de que los rayos del sol estaban en todo su esplendor, lo caliente no me quemaba, la brisa que corría por allí era fresca y arrastraba con ella un aroma salino, ahora sabía que estaba a punto de tocar el agua, y aún en ese momento no me había atrevido a levantar los ojos del piso, no quería perder el momento de ver por primera vez como mis huellas desparecían al llegar una diminuta ola a la orilla del mar. Entonces el color de la arena se hizo más oscuro, y pude adivinar tan solo por ese hecho que me hallaba a pocos pasos de sumergir mis pies en aquél gran monstruo. Ahora pude percibir que cada paso que yo daba dejaba una marca temporal en el lodo y entonces sucedió, mis pies fueron alcanzados por una ola, pequeña, en realidad era solo lo que quedaba de ella, y esos restos de lo que había sido momentos antes tocaron mis dedos y los enfriaron, parecía que el mismo mar se reía de mi expresión, entonces otro trueno resonó y otra vez fue como si un baldecito de agua se hubiera vaciado sobre mis tobillos, mi parálisis terminó en ese momento, tenía que estar por completo adentro, no me podía permitir esperar ni un segundo más, era como si en ello se me fuera a ir la vida, como si con la siguiente lluvia marina que cayera sobre mis pies fuera la única oportunidad que tendría para sumergirme toda en esa belleza azulada y transparente a la vez. Me desboqué y corrí hasta donde estaban mis compañeros tiré mi toalla, mis sandalias y las gafas y de nuevo regresé al mar.
Alguien comentó que parecía una chiquilla corriendo de regreso, y en realidad lo era.
Ya en la orilla, lo volví a hacer, despacio, paso por paso me fui metiendo, el agua helada alcanzaba ya a tocar mis rodillas y mi cuerpo se estremeció ante el contacto de aquel hielo líquido, y mientras más adentro estaba me sentía más amada por ese monstruoso ser, por ese grandísimo manto azul que me arropaba, y entonces dejé de ser la niña que corría sorprendida ante su primera vista, ahora era una mujer entregada con el alma en los brazos del mejor amante, y entonces el me tomó de los pechos y sentí como sus manos cual témpanos cobraban vida y recorrían mi cuerpo hasta sumergir mi cabeza, y así me inundé en su ser, en su grandeza, en su belleza, en su aroma, en ese preciso instante todo lo demás desapareció para mí y los segundos fueron eternidades, y las olas eran ahora un saludo, un beso en la mejilla, el más cariñoso gesto que él pudiera tener para conmigo, y entonces lo comprendí, no solo era el mar lo que me poseía, era también el cielo, ambos se habían puesto en acuerdo para hacerme suya a la vez, para hacer conmigo un maravilloso trío, en el cual fuera de los dos al mismo tiempo, y ¡qué bien se sentía!, entonces era uno con ellos dos, y nada más, éramos solo nosotros tres los amos del universo, los únicos habitantes del mundo entero.

Alguien gritaba mi nombre, lo pude oír aún dentro del agua, me pedían que regresara a la orilla y con tristeza así lo hice. Me acosté sobre la toalla viendo de frente al mar para no perder detalle alguno de su magnificencia. Y volví a quedar maravillada ante lo que mis ojos veían, era basto e infinito y se juntaba, en el horizonte, con el cielo. El viento arreciaba, cambiaba de dirección a placer y el mar le obedecía, y entonces desataba sus olas y desde lo lejos podía ver como se levantaban enormes, y se rompían en determinado sitio y volvían a nacer, acumulando más fuerza y altura, tanta que ni ellas misma podían controlarse, y luego la tierra se ponía de por medio y las desbarataba casi por completo, y así llegaban en pequeños cubos de agua a la orilla, donde los niños intentaban hacer castillitos de arena, donde las señoras mas grandes se sentaban para que el agua salina tocara sus rincones más íntimos y los purificara. Se me antojó hacer lo mismo y en esas condiciones, después de haber sido tomada por dos seres de dimensiones sobrehumanas, no me iba a quedar con las ganas. Me senté sobre la arena húmeda y noté que con cada movimiento mío la arena temblaba, vibraba debajo de mis pis y de mis manos. Una corriente de agua salada toco mis talotes y luego logró llegar hasta mi sexo, la sensación me agradó tanto que he de confesarme que me acerqué tanto al mar hasta que mi trasero quedara casi hundido, ahí, entregada de nuevo a él, me recosté y me dejé hacer.

Creo que ha sido una de las experiencias más emotivas que he vivido, nunca se repetirá, nunca va a ser tan intensa como esta, ha sido la mejor experiencia marina que he tenido, y eso no lo puedo cambiar por nada.

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