viernes, 30 de mayo de 2008

El Verdugo

13- 02- 07

Las fauces de mi infierno han sido abiertas y ahora me quieren consumir con sus ávidas llamas.
Los sentimientos más profundos de mi corazón quedan al descubierto cuando el cuidador de mi infierno sale a dar una mirada.
Todo lo que la gente no sabe de mi lo sabe mi peor enemigo, y con el poder del saber me hace se la peor persona del mundo, me hace sentir pero que la basura, que laescoria, me hace sentie como nada, como si la peor de las mujeres junto a mi, fuera una verdadera teyna.
El cuidador de mi infierno es el peor enemigo que cualquier persona pudiera tener, lo peor es que cuida mis más profundos secretos, las confesiones de un alma tan perversa como la mía, donde la inocencia no ha pisado nunca, donde el amor tiene ese lugar jamás ocupado, donde la alegrío llegó por error, y cuando se dió cuenta de su equí voco salió corriendo.
El cuidador de mi infierno vive conmigo cada nuevo día y se convierte en mi verdugo al anochecer, me tortura y no me deja vivir, el cuidador de mi infierno... yo misma.

El hombre Sonrisa

25-08-06


He conocido a a quél hombre que es una sonrisa, a aquél que parece imaginario puesto que es Diferente a cualquiera.
El hombre sonrisa no sonríe, pues no lo necesita,
El hombre sonrisa no llora, no se lo permite.
Su cuerpo es la expresión más real de que debería ser y no es,
Sin embargo, no es ejemplo a seguir.
El hombre sonrisa comparte conmigo
Su alegría o su dolor de una manera
Mas precisa que una expresión en el rostro:
Una palabra.
El hombre sonrisa es sabio
Y alimenta mi mente y mi espíritu
Con la cadencia de su conocimiento.
El hombre sonrisa ha despertado en muchos
Lo que muchos no hand espertado en mi.
El hombre sonrisa no sonríe
Por que sabe que la sonrisa del rostro
Puede ser muy hipócrita.
El hombre sonrisa no me ha visto
Ni yo le he visto a él
Porque el hombre sonrisa
Es más que un pensamiento,
Menos que un acto.
El hombre sonrisa
Es la palabra de mi boca
Penetrando en tus oídos
Y destruyendo tu ilusión de continuar
Siendo ignorante.

Tampico

No puedo creer que esta crisis me abarrote de nuevo. Tantas veces he iniciado algo y las mismas veces lo he dejado a medias que ya me es casi imposible creer en mí, en lo que puedo hacer; y es que llega un momento en el que creo que todo ha sido escrito ya, en el que pienso que nada tengo ya que contar, ¿quién podrá interesarse en la vana vida de una persona como yo?
He pasado por tantas y tantas cosas que al final concluyo que todo el mundo las ha vivido, todas las personas han vivido una situación difícil en el hogar, todo el mundo ha estado entre la decisión de qué hacer con su fatigosa vida, de qué manera llevar el rumbo de sus sueños al éxito, a la realización de sus ambiciones.
Desde muy chica he querido viajar, y ahora que lo he hecho hay tantas cosas que me parecen esplendorosas, y de momento tan difíciles de explicar con mi limitado léxico, como diría Daniel, no encontraría jamás el adminículo gramático para explicar por ejemplo la rica sensación de bienestar que me produce el mar, cómo el oír con los ojos cerrados el ir y venir de los rugidos de este demonio me hace estremecer.

La primera vez que visité el mar, que realmente estuve dentro de él fue en las playas de Tampico, Miramar creo que se llama la playa. Cuando me dijeron que íbamos no me lo podía creer, pero toda mi emoción la guarde para mi, como queriendo recordarla siempre, como deseando no olvidarme de los primeros pasos que di sobre la arena y los sentimientos que me embargaban entonces. Bajé de la camioneta con las sandalias en la mano derecha, una toalla colgando del hombro izquierdo, llevaba en la cara unas gafas para el sol, mi cabeza iba gacha, observando cómo dejaba las huellas en la arena que pisaba, viendo como los dedos de mis pies iban dejando su perfecto delineado en el talco caliente. Me sorprendí al notar cómo, muy a pesar de que los rayos del sol estaban en todo su esplendor, lo caliente no me quemaba, la brisa que corría por allí era fresca y arrastraba con ella un aroma salino, ahora sabía que estaba a punto de tocar el agua, y aún en ese momento no me había atrevido a levantar los ojos del piso, no quería perder el momento de ver por primera vez como mis huellas desparecían al llegar una diminuta ola a la orilla del mar. Entonces el color de la arena se hizo más oscuro, y pude adivinar tan solo por ese hecho que me hallaba a pocos pasos de sumergir mis pies en aquél gran monstruo. Ahora pude percibir que cada paso que yo daba dejaba una marca temporal en el lodo y entonces sucedió, mis pies fueron alcanzados por una ola, pequeña, en realidad era solo lo que quedaba de ella, y esos restos de lo que había sido momentos antes tocaron mis dedos y los enfriaron, parecía que el mismo mar se reía de mi expresión, entonces otro trueno resonó y otra vez fue como si un baldecito de agua se hubiera vaciado sobre mis tobillos, mi parálisis terminó en ese momento, tenía que estar por completo adentro, no me podía permitir esperar ni un segundo más, era como si en ello se me fuera a ir la vida, como si con la siguiente lluvia marina que cayera sobre mis pies fuera la única oportunidad que tendría para sumergirme toda en esa belleza azulada y transparente a la vez. Me desboqué y corrí hasta donde estaban mis compañeros tiré mi toalla, mis sandalias y las gafas y de nuevo regresé al mar.
Alguien comentó que parecía una chiquilla corriendo de regreso, y en realidad lo era.
Ya en la orilla, lo volví a hacer, despacio, paso por paso me fui metiendo, el agua helada alcanzaba ya a tocar mis rodillas y mi cuerpo se estremeció ante el contacto de aquel hielo líquido, y mientras más adentro estaba me sentía más amada por ese monstruoso ser, por ese grandísimo manto azul que me arropaba, y entonces dejé de ser la niña que corría sorprendida ante su primera vista, ahora era una mujer entregada con el alma en los brazos del mejor amante, y entonces el me tomó de los pechos y sentí como sus manos cual témpanos cobraban vida y recorrían mi cuerpo hasta sumergir mi cabeza, y así me inundé en su ser, en su grandeza, en su belleza, en su aroma, en ese preciso instante todo lo demás desapareció para mí y los segundos fueron eternidades, y las olas eran ahora un saludo, un beso en la mejilla, el más cariñoso gesto que él pudiera tener para conmigo, y entonces lo comprendí, no solo era el mar lo que me poseía, era también el cielo, ambos se habían puesto en acuerdo para hacerme suya a la vez, para hacer conmigo un maravilloso trío, en el cual fuera de los dos al mismo tiempo, y ¡qué bien se sentía!, entonces era uno con ellos dos, y nada más, éramos solo nosotros tres los amos del universo, los únicos habitantes del mundo entero.

Alguien gritaba mi nombre, lo pude oír aún dentro del agua, me pedían que regresara a la orilla y con tristeza así lo hice. Me acosté sobre la toalla viendo de frente al mar para no perder detalle alguno de su magnificencia. Y volví a quedar maravillada ante lo que mis ojos veían, era basto e infinito y se juntaba, en el horizonte, con el cielo. El viento arreciaba, cambiaba de dirección a placer y el mar le obedecía, y entonces desataba sus olas y desde lo lejos podía ver como se levantaban enormes, y se rompían en determinado sitio y volvían a nacer, acumulando más fuerza y altura, tanta que ni ellas misma podían controlarse, y luego la tierra se ponía de por medio y las desbarataba casi por completo, y así llegaban en pequeños cubos de agua a la orilla, donde los niños intentaban hacer castillitos de arena, donde las señoras mas grandes se sentaban para que el agua salina tocara sus rincones más íntimos y los purificara. Se me antojó hacer lo mismo y en esas condiciones, después de haber sido tomada por dos seres de dimensiones sobrehumanas, no me iba a quedar con las ganas. Me senté sobre la arena húmeda y noté que con cada movimiento mío la arena temblaba, vibraba debajo de mis pis y de mis manos. Una corriente de agua salada toco mis talotes y luego logró llegar hasta mi sexo, la sensación me agradó tanto que he de confesarme que me acerqué tanto al mar hasta que mi trasero quedara casi hundido, ahí, entregada de nuevo a él, me recosté y me dejé hacer.

Creo que ha sido una de las experiencias más emotivas que he vivido, nunca se repetirá, nunca va a ser tan intensa como esta, ha sido la mejor experiencia marina que he tenido, y eso no lo puedo cambiar por nada.

Hugo

19- 05- 08
Anoche, ¡ah, anoche!
Todo empezó por el frío, el frío invernal que Con sus dedos helados recorría tu espalda.
No suelo ser una mujer prevenida, Eso no está en mi currículo, Pero ese día por cosa de suerte O por azares del destino, O las circunstancias a caso, El detalle es que algo nos puso enfrente. Como digo, la dama blanca Que en mi tierra es transparente y mala, Estaba haciendo de las suyas con tu cuerpo Y no por hacerme un baño de santidad Hice mi buena acción de principio de año y Me despoje de una sudadera que en realidad me estorbaba.
Entonces no fue buena acción verdad? Me gustaste desde que te vi, Pero entre platica y platica me hiciste saber Que una mujer llenaba tu ser Y que serías incapaz (aja) de serle infiel. Creo que quisiste protegerte de mi Y que bueno que lo hiciste, Y no es que me de mis aires de dama maldita. Pero suelo ser muy dañina a largo plazo. De cualquier forma estuvo bien, Porque de ahí surgió algo que ninguno de lo dos Imaginaba y mucho menos planeaba. Después, como todo se acaba, la feria también lo hizo Y dejó detrás de sí, el trago amargo de la separación. Cuatro meses hacía que no te veía, Y hace un mes, como por arte de magia La feria nos acercó otra vez. Ahora tu no estabas tan seguro de si era yo, Porque tenía puesto mi disfraz de mujer vanidosa, Andaba sobre unas zapatillas y me veía: “tan bien, tan diferente, definitivamente bien” que de momento no supiste ni mi nombre o al menos eso dijiste. Y otro mes estuvimos juntos, Pero ahora no te me escondiste, Ahora eras tu quien me buscaba, Quien me platicaba, quien se entregaba A esa amistad que no pide nada. Los malos tratos me hicieron huir de la feria Sin si quiera decirte adiós, pero me hacías falta, Es que eres un “valecito chido”, Y ante noche regresé, no hice por buscarte
Porque me enteré de que te habías ido, Que habías regresado a tu playa bella, Y mientras bailaba con mi amiga, La necesidad de verte me llegó, pero las ganas y la necesidad las guarde para anoche. Fui a buscarte, tenía la plena convicción de que te iba a encontrar, vi tu emoción al verme llegar, vi como hiciste lo mejor posible para que tus clientes se fueran contentos pero rápido, y después de despacharlos me atendiste impresionado, te dije que me iba, y que solo pasaba a despedirme y en tu rostro pude ver la turbación y un rotundo “no” se artículo en tus labios, me ofreciste varias cosas de las cuales te arrepentiste al punto y pensaste en un “no puedo”, que si nos íbamos a bailar, que si una chela por allá, que si las películas en la casa, y luego pensaste en tu situación laboral y me dijiste no, simplemente no. Nos despedimos entre abrazos y besos, parecía una película romántica y todos se reían de nosotros, y en mis ojos las lágrimas se paraban para no hacer un ridículo. Me fui, nos fuimos a comprar libros y luego a ver los fuegos artificiales por la clausura de la feria, decidí acompañar a mi amiga a tomar el taxi para su casa e ir a darte una última oportunidad para darme un si, pero tu no, ese maldito no, no cambió de parecer. Te di un último abrazo y un beso en la mejilla me di la vuelta y me eché a llorar, ya no había marcha atrás, y no sabía cuánto tiempo iba a pasar sin verte. Llegué a la central de autobuses y para mi sorpresa me quedé varada, ni un maldito camión me quería alejar de la traumática experiencia de la despedida, iba a pasar la noche ahí sola, y con frío y recurrí a ti, que eras de todos modos mi último recurso, te mande un mensaje para que supieras que iba a pasar la noche allá, para ver si te animabas a tomar un café conmigo, al menos eso…
Once, doce, una, una y cuarto y yo escribiendo mi ansiedad y mi frustración: “no hay una escritora para mí?” y esa voz, me lleno de alivio, esa voz, tu voz secó mis lágrimas.
Estabas viajando, te conozco tan bien que por mucho que uses el remedio mágico para que no se note, yo lo percibo. Fuimos a tu casa, donde se quedaban todos tus compañeros, luego se te ocurrió salir por una cerveza. Me cuidaste, me mimaste, me hiciste saber que por lo menos esa noche, anoche, no iba a estar sola. Me diste a saber y a sentir que era “la banda”, tu “valecita” y que me querías mucho. Tu amigo se fue y nos quedamos solos, platicando, viajado, pero el vértigo no desaparecía de mí, intenté dormir y no pude, intenté llorar y tampoco, estaba desesperada y sin saber que hacer o qué decir. La película terminó, me abrazaste y nos dispusimos dormir. Y entre abrazos y besos en la mejilla, las cosas se pusieron mejor.
Me hiciste resbalar entre tus dedos, como agua tus besos entraron en mi boca, y tus manos se parecían al viento, tan suaves y tan concretas a la hora de tocar. Besos, miradas, caricias, más besos, el eterno juego de la pasión antes del momento cumbre, antes de ser uno y ninguno. Y comenzó el vaivén de nuestros cuerpos acompasados, acompañados de tiernas palabras que a mi oído decías. Se podían oír retumbar nuestros corazones acelerados en toda la casa al ritmo de tu cuerpo unido con el mío. Sentía tu cálido aliento recorrer mi piel, mientras dentro de mi desaparecías. Eras mi amigo, lo más cercano a un hermano y ahora también mi amante, o yo la tuya? eso ya no importaba. En mi cabeza se elaboraban preguntas que disipaste con tu lengua sobre mis pezones, quería articular palabras, pero a cada intento me sofocabas con tus labios. Mi piel ya no era mi piel, era tuya, la hacías tuya con leves mordidas, pasionales besos en mis piernas y manos, tus pensamientos eran los míos, y me los revelabas cual Satán a las brujas en el aquelarre; y nuestros corazones aumentaron el ritmo, nuestro clímax estaba por llegar, la cúspide del pecado perseguido por la inquisición. Tu mirada se cruzo por última vez con la mía, me avisaste que estabas a punto de… ni si quiera pudiste terminar la frase porque un gemido se ahogo en nuestras gargantas y los besos se desparramaron por todo tu cuerpo.
Anoche, ¡ah, anoche!
Fui tan tuya como tu mío, y la amistad no se termina, y no se si fue lujuria, si fue cariño, si fue compasión, si fue qué.
El reloj dio las 6:20 a.m. me tenía que ir y pude notar que tu no querías que me fuera, nuestra despedida fue larga, y unas lágrimas rodaron de tus ojos cuando me dijiste adiós, pero yo tenía que ser fuerte, tenía que soportar hasta que el taxi hubiera avanzado para poder derrumbarme, y mírame, aquí estoy, han pasado tantas horas desde que besé por última vez tus labios, pero para ser sincera no te extraño con ese amor pasional, extraño al latoso, al que me fastidia, al que tengo que aguantar, a mi amigo, a mi confidente.

Mil besos a donde quiera que estés amigo, te quiero mucho.